Necrópolis de San Miguel - La Hija de Dios

Altomedieval. SS.IX-XI
Las necrópolis excavadas en la roca son un tipo de yacimiento muy común en las zonas serranas de la provincia de Ávila, espacios geográficos que se caracterizan, por el afloramiento de la roca madre granítica en forma de berrocales y lanchares.

Pueden o no aparecer asociadas con claridad a despoblados, desconociéndose en la mayoría de los casos los centros de culto a los que, en teoría, deberían asociarse directamente, distribuyéndose en su contorno. En todo caso, aun existiendo el centro de culto en las proximidades, no cumplirían otra de las normas fundamentales de las necrópolis cristianas medievales: el área destinada a inhumar, conforme a la ley vigente desde el periodo visigodo y ratificada por Alfonso X, era todo el contorno del templo, con una dispersión en todas las direcciones de 30 pasos. Como en otros aspectos que se están apuntando, la propia configuración del terreno está condicionando la distribución de las tumbas, pudiéndose interpretar también como una muestra más de arcaísmo.

Serían áreas sepulcrales que se corresponderían con pequeñas comunidades de aldea, dispersas por las sierras y rebordes de los valles, cuya base económica sería la ganadería, y que, por ser estas unas zonas marginales, se mantendrían al margen de las disputas fronterizas entre musulmanes y cristianos.
Las tumbas están excavadas en los afloramientos graníticos, generalmente blandos, en los que, cuando fue posible, se han amortizado las oquedades que la erosión había creado en ellos, facilitándose así el trabajo de labra.

Si bien se dan estructuras con la orientación obligada por el ritual cristiano –cabecera al Oeste y pies al Este, mirando al Sol Naciente, a Tierra Santa, a Jerusalén-, aparecen en el mismo porcentaje con otras disposiciones. La ausencia de orientación homogénea está respondiendo a que las estructuras excavadas se están adaptando al espacio disponible del soporte granítico y a la dirección que este presenta, no pudiendo adoptar otra orientación más que la que el soporte permite, el cual, por tanto, es un condicionante fundamental en la caracterización de este tipo de yacimientos. Esta alineación también puede ser interpretada como una muestra de arcaísmo, esto es, estas comunidades, al mantenerse al margen de los focos de influencia, en áreas marginales, seguramente mantendrían numerosos aspectos del ritual pagano prohibidos por el cristianismo.

Se trata de pequeñas necrópolis cristianas, constituidas por un número muy de tumbas -desde tumbas aisladas a necrópolis de más de 50 sepulcros, estando la media en torno a 10-15-, distribuyéndose de manera anárquica, sin ningún criterio preestablecido, sino que están condicionadas por los berrocales y lanchares disponibles. Por lo general, aparecen distribuidas en varios grupos de tumbas, separadas por espacios vacíos; ello también está condicionado por la disponibilidad de soportes apropiados para la excavación de estas estructuras.

Tipológicamente ofrecen plantas variadas (Rectangulares, trapezoidales, fusiformes, antropomorfas).
Estarían cubiertas con lajas de granito tomadas con mortero de cal, esmerándose en el cajeado (delimitan la estructura de la sepultura mediante una moldura que la bordea, definiéndola e individualizándola con nitidez de otras tumbas contiguas) y en los rebajes practicados para el ajuste de estas cubiertas. En todo caso, las tapaderas de las estructuras funerarias quedarían visibles con lo que ello conlleva de insalubridad en la zona.

El tamaño de los sepulcros es variable, dependiendo, lógicamente del individuo al que fuera destinado en origen. Estas tumbas, posteriormente serían reutilizadas, hecho este que se ha venido dando hasta nuestros días, y que respondería al deseo de enterrarse con algún antepasado querido o a la necesidad de reutilizar tumbas por la carencia de espacio sepulcral.

La existencia de estructuras en distintos estadios de ejecución, permite comprender los pasos seguidos su elaboración:
1. Demarcación de los límites laterales mediante la horadación de ranuras.
2. Extracción de la veta de masa granítica que se intercala entre los dos canales, definiéndose la cabeza y los pies.
3. Marcaje de los rebordes que definen la estructura hacia el exterior (cajeado).
4. Vaciado del sustrato geológico en el espacio definido hasta la profundidad proyectada.
Las lajas de cubrición se extraerían de pequeñas canteras abiertas en la propia necrópolis.
La ejecución de estos sarcófagos, posiblemente, estaría en manos de canteros especializados transeúntes, que cada cierto tiempo recorrerían los poblados, excavándose tumbas por encargo, de tal forma que cuando un individuo fallecía es muy posible que la tumba ya estuviese ejecutada.
Debido a que la gran mayoría de estas necrópolis han sido vaciadas en tiempos pretéritos por encontrarse por encima del nivel de suelo, y a que no se ha llevado a cabo ninguna excavación arqueológica en ninguna de estas necrópolis (excepto en la de Los Cementerios, que, como se ha apuntado, aún siendo contemporáneas, no responden escrupulosamente a un mismo tipo de yacimiento), su ritual funerario no se conoce, si bien hay que entender que sería el mismo que el observado en otras necrópolis contemporáneas, aunque siempre con reservas, puesto que, como se ha venido apuntando, debido a los condicionamientos del soporte y/o al encontrarse en zonas marginales, estas necrópolis conservan un buen número de arcaísmos y de aspectos no acordes con el ritual cristiano.

El ritual aceptado consistía en enterrar al cadáver orientado hacia el Este –Cabeza al Oeste, mirando a Jerusalén, a Tierra Santa,-(este aspecto ya hemos cotejado que no se cumple en un porcentaje muy elevado, posiblemente condicionado por el soporte), con el cadáver depuesto en posición de decúbito supino, con los brazos extendidos y los antebrazos flexionados sobre la zona torácica o abdominal, y las manos tomadas en posición de oración; las piernas aparecen extendidas. La ausencia de ajuar es la tercera característica de estas necrópolis, junto a la orientación y a la deposición. Esta carencia de ajuar responde a la prohibición expresa, por parte de las autoridades religiosas, de no enterrarse con pertenencias, y a la pobreza generalizada de las gentes. Los difuntos serían enterrados desalojados de cualquier vestimenta, posiblemente envueltos en un sudario.

La necrópolis de San Miguel está constituida por tres sepulcros excavados en un lanchar granítico. Orientadas SO-NE, dos, paralelas entre sí, son rectangulares y dobles. El reborde o cajeado queda bien definido mediante una moldura; la superficie granítica fue regularizada para el asentamiento de las lajas de cubrición. La tercera, de peor factura, es fusiforme.

Posiblemente el conjunto fue concebido a manera de panteón familiar. Los sitios formados por una tumba, o por un pequeño núcleo de sepulcros, responden a inhumaciones aisladas, a la reclamación de derechos de propiedad, a un control familiar de la localización y a una memoria básicamente familiar, no comunitaria (como lo serían los cementerios más numerosos). Suponen auténticos monumentos campesinos que, emplazados en lugares visibles desde las áreas cercanas, se asocian a una memoria familiar.

Una regadera excavada en la roca permite el riego de los pastos limítrofes. En las proximidades se abren otros dos sepulcros.
 

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