Estación de Arte Rupestre Peña del Águila - Muñogalindo
Es en el periodo conocido como Calcolítico (IIIº milenio a.C) cuando el valle, con un clima seco, presenciará una eclosión demográfica y una explotación intensa de su territorio, producto de la evolución, demográfica y tecnológica, de las comunidades neolíticas. En este momento los asentamientos se triplica (se inventarían más de 70), lo que, inapelablemente, hay que leer como una eclosión demográfica, producto de la propia evolución y crecimiento demográfico de las gentes neolíticas del valle.
Paisajísticamente el valle se caracteriza por la alta deforestación y evidencias numerosas de existencia de campos de cultivo cercanos a los poblados y extensos pastizales de herbáceas utilizados por los rebaños, con un aspecto antropizado muy similar al actual. Con un clima seco y cálido, el final del periodo se caracterizará por una gran aridez, factor climático que hubo de influir, decisivamente, en el colapso de este mundo.
El patrón de asentamiento es muy característico y estereotipado:
• Se ocupa el fondo del valle, sobre todo las áreas cercanas a los más importantes cursos de agua (Adaja, Zaos, Chico …). Estos asentamientos del llano se caracterizan por constituir grandes “campos de fosas”, lugares destinados al almacenamiento de cereal y a la manipulación de alimentos.
• En menor medida, las primeras estribaciones del reborde meridional del valle, que ofrecen unas peores condiciones que el faldeo de la Sierra de Ávila. El número de yacimientos es escaso, además de ser hábitats peor definidos que los del llano y el reborde septentrional.
• Serán las primeras estribaciones de la Sierra de Ávila las que se vean intensamente pobladas.
Sin preocupaciones defensivas, se busca la solana, el resguardarse de los vientos del Norte y el dominio visual del valle, donde se encontrarían sus campos de cultivo (trigo y cebada) y sus rebaños, principalmente de ovicápridos, aunque no faltaban cerdos, vacas y caballos; la caza continúa teniendo un gran peso en su dieta (ciervo, conejo, jabalí, incluso osos). También es fundamental en estos asentamientos, sobre todo en la mitad oriental, la presencia de vetas de mineral de cobre y el control de este mineral, fundamental en una época en la que se inicia la metalurgia del cobre.
Se trata de pequeñas granjas, compuestas por unas pocas unidades familiares, que se reparten en el paisaje a distancias regulares (el reborde septentrional muestra un asentamiento cada 1-1,5 km, incluso menos), generando pequeños poblados, cuyas chozas se distribuyen de manera muy dispersa, buscando los amesetamientos que se generan en torno a los imponentes berrocales graníticos, elementos naturales que continuarán teniendo el mismo valor simbólico y de referencia en el paisaje que en la etapa anterior.
Las cabañas son circulares, de unos 6-7 m de diámetro, construidas a partir de un zócalo de piedra, desde el que se eleva un entramado de troncos y de ramaje que queda manteado de barro (que al quemarse se convierte en pellas con improntas vegetales). En el centro se dispone un hogar a base de capas de barro, incluso sobre una capa de fragmentos cerámicos, y con los rebordes peraltados. A ellos se asocian los morillos. A la cabaña, tanto en el interior, como en el exterior, se la asocian fosas excavadas en el sustrato geológico, y que tendrán diferentes funcionalidades (silos, almacenes de alimentos, lugares para manipular alimentos,…).
El final de los poblados se corresponde con un periodo de extrema aridez, suponiendo un fenómeno generalizado y simultáneo a todos los yacimientos. Esta aridez hubo de desembocar en una situación crítica.
La estación de arte rupestre de Peña del Águila
Dentro de este contexto cronocultural se encuadra la estación de arte rupestre, constituida por un conjunto de grabados esquemáticos insculpidos sobre los afloramientos graníticos (Panel 1: gran zoomorfo; Panel 2: esquemática forma femenina, otra masculina y otros trazos de difícil interpretación; Panel 3: posible rostro femenino), así como otros símbolos a manera de cazoletas circulares y cuadrangulares, y un canto del perdón que, con cruces insculpidas desde, posiblemente la Edad Media, podría tener su origen en un momento muy anterior, en torno a un tectiforme calcolítico
Este santuario se encuentra dentro del área delimitada para el hábitat prehistórico.
Todo el conjunto se caracteriza por el marcado esquematismo de los motivos, por la realización de estos a base de trazos simples, mediante incisión o piqueteado, con una anchura variable dependiendo del tamaño de la figura. Siempre aparecen orientadas al mediodía.
En cuanto a la composición, no parece que se hayan creado escenas, al menos entendidas como tal. Entendemos que dentro de lo que sería un santuario, en el que se llevaría a cabo rituales mágico-religiosos, cada una de las figuras, y resto de elementos perforados, tendrían su razón de ser y, por tanto, ocuparían el lugar requerido para el fin que se perseguía o dentro del concepto del espacio que se tuviese.
El emplazamiento tampoco sería casual: orientado al mediodía, protegido de los vientos del Norte, amplio dominio visual del valle (donde se encontrarían sus rebaños, sembrados, agua,..), grandes afloramientos rocosos (ya de por sí, seguramente, concebidos como mágicos), …
La estación de arte rupestre “Peña del Águila”, así como el desparecido grabado del Núcleo 2 o de “Garoza”, fueron declarados B.I.C (Bien de Interés Cultural) en 1985.
Bibliografía
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• López Plaza, S (1983): “Grabados rupestres esquemáticos en Muñogalindo (Ávila)”, Zephyrus XXXVI, Salamanca.